En tiempos de
crisis, al igual que ocurre con las aguas
revueltas, aquello que yace escondido en el lodo de la sociedad surge
visible a la superficie. Incluso aquello que creíamos extinguido de
nuestra joven e inocente democracia, como lo lobos. Esos lobos
ibéricos que algunos siempre han intuido -y otros ya sabíamos-, que
viven entre nosotros, y que ahora confirmamos su existencia gracias a
la crisis que los ha dejado al descubierto en los medios de
comunicación despojándolos de sus disfraces de ovejas engominadas
con sonrisa postiza.
El lobo ibérico es
un animal social altamente desarrollado en las relaciones públicas,
que vive en el exclusivo hábitat natural de la política y las
finanzas, y cuya razón de ser es la caza mayor del dinero mediante
las malas artes del poder, por lo que el resto de personas no somos
más que medios de presas prescindibles para conseguir sus fines.
Hasta el momento, el
lobo ibérico no mostraba su verdadera naturaleza sangrienta más que
a la sombra de pasillos y despachos en su hábitat natural cuando
olía que peligraba el secreto de su identidad camuflada, y por
extensión de su caza, transformándose entonces en un depredador
infalible para posibles enemigos. Y nunca, hasta día de hoy, el lobo
comía carne de lobo.
La razón que
en la actualidad el lobo ibérico coma carne de lobo es porque la
comunidad lobezna del país ha crecido desmesuradamente a lo largo de
poco más de dos décadas de democracia, lo que en tiempos de crisis
económica les obliga a enfrentarse entre ellos para disputarse la
poca caza existente.
Si tuviéramos que
analizar el aumento desmesurado de la comunidad lobezna del país en
los últimos años podríamos atribuírselo a tres factores de igual
magnitud: a la descendencia directa de la propia especie
(partitocracia), a la conversión evolutiva de presas naturales en
cazadores (el lobo se hace, no se nace) y a la expansión de su
hábitat natural (sobredimensión de la estructura financiera y
política).
Sea como fuese, lo
cierto es que la sociedad española
necesita liberarse de la jauría de lobos tanto por el actual proceso
degenerativo del estado de bienestar social, como por la urgente
necesidad de regeneración democrática. Una heroica hazaña que tan
solo puede lograrse con las cualidades innatas de un animal de
naturaleza opuesta al lobo como es su milenario enemigo: el mastín,
el único animal lo suficientemente noble y valiente capaz de
enfrentarse a las hambrientas fauces de un depredador para proteger
el bien común.
No obstante,
seamos sinceros, todo ser humano llevamos dentro un lobo y un mastín.
Y depende de nosotros, como individuos y como sociedad, cuál de los
dos alimentamos para dejarlo crecer. Teniendo claro que, dependiendo
de la decisión que tomemos, desarrollaremos personas con escalas de
valores diferentes y, por ende, modelos de sociedad diferenciados.
Así pues, llegados
a este punto, no puede ser mejor momento para preguntarnos de
manera colectiva cuál de las dos naturalezas del ser humano hemos
estado alimentando socialmente en la España de los últimos años. Y
reflexionar, con la oportunidad de revisión que nos ofrece la
actual crisis económica y de valores, sobre qué sociedad queremos
construir a partir de ahora. La buena noticia es que, con una buena
alimentación y un buen ambiente, la naturaleza lobezna de una
persona es reversible, ya que la redención es un derecho divino del
hombre desde los albores de los tiempos.